El hombre nuevo
EN Milán, la hermana del infortunado Gianni Versace ha celebrado un desfile de moda masculina, y los chicos maniquíes salían vestidos con modelos más para hembras que para machos. Los trajes mas cercanos a lo convencionalmente masculino parecían una propuesta para « el uomo, ma non fanático». Los chicos de la Versace exhibieron sedas, moarés, encajes y hasta visones. Y muchos de ellos exhibían también el pecho desnudo en una especie de «top less» de vello y tetilla. El público de Milán aceptó aquello con naturalidad, y ni siquiera los hombres se inclinaron entusiasmados hacia la pasarela cuando salió Naomí Campbell en una aparición casi simbólica y de homenaje al modisto muerto.
El hombre nuevo se aleja cada día más, no ya del concepto troglodita de «macho ibérico» sino del macho a secas del hombre normal y vulgar del siglo XX; se aleja, no solo en el vestir, sino en otros muchos usos y costumbres. Se nos viene encima el concepto y la moda de un «hombre objeto» en este siglo nuevo que va a ser el siglo de las amazonas. La justa y tardía liberación de la mujer está convirtiendose en una irrupción violenta, y en muchos aspectos de la vida social y laboral y de la relación de pareja ha dado ya vuelta la tortilla. La mujer manda, la mujer impera, la mujer se impone y ya hay mujeres que se compran un hombre, para una noche , para unos años, o para toda la vida. Viene un hombre vestido, no por el sastre, sino por el modista, que acude a la peluquería «unisex», que se abraza a los dictados de la moda, que desde jovencito exige marcas y novedades, que gasta lencería íntima insinuante, que presume de musculitos, de cachas y de paquete.
Aquel poeta extremeño al que apestaban los hombres que«jieden a jembras» no podria andar hoy por la calle porque los perfumes «for man» inundan los mercados y la publicidad en mayor producción que las habituales esencias femeninas. La llamada sexual del olor también se ha sofisticado en el hombre. Al jabón de la ducha y a la lavanda fresca le han sucedido los perfumes intensos, de tal modo que un ciego no sabrá cuando debe aspirar con arrobo, sin brincar sobre la natura, un perfume u otro de «algo» que le pase al lado y le dé en la nariz. Bueno, a veces el poeta extremeño no distinguiría ni mirando atentamente. Convivimos entre eufemismos de esa muñeca, «que no sabe si cuando peca es una fémina o es un doncel». Las chicas han tomado la costumbre masculina de despedirse de solteras, y se van a los espectáculos de «strip-tease boys», donde unos maromos macizos se quedan en pelota bajo la gritería enardecida del mujerío. Gritan las chicas y ríen con tantas ganas, que yo creo que mas que celebrar la incitación al desnudo, lo que celebran es la victoria y el dominio sobre el macho, y así se vengan de millones de años de esclavitud y sometimiento.
Que ahora sean ellos los que bailen la danza de los siete velos, pensarán ellas, y que aprendan lo que es ganarse la vida enseñando el tiesto, que en su caso es quedarse con el bolo colgando.
No sé yo por donde andará ahora «el eterno femenino» pero desde luego nos encontramos en un periodo de transición en el que se puede hablar del «efímero masculino». Las hembras ya no le pasan una al macho, y le reprochan descaradamente todas las carencias y debilidades, gatillazos, eyaculación precoz, ignorancia de zonas erógenas, jaqueca y cansancio, al mismo tiempo que torpeza para pasar la aspiradora, enchufar el turmix o darle el biberón al rorro.
Las mujeres han pasado al ataque, y no solo en lo laboral y en lo económico, sino también en lo sexual, y ya se ven por ahí machos encogidos, temerosos, pusilánimes, huidizos y espantados, a punto de coger los tizones encendidos de Santo Tomás para escapar de la persecución de las gachises embravecidas. Nos acercamos al rapto de los Sabinos, a san Mario Goretti y a los vestales vírgenes en los templos paganos. El hombre, ese exhausto Príapo que uno de estos días, huyendo de la acometida de Venus, se sepultará en las espumas.
Publicado en ABC. 22 de enero de 1999
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