04 junio, 2006

Otro problema de España

EL problema de España son dos. Uno se llama País Vasco, y es un problema viejo, continuo y sin fin, y a veces, como ahora desde hace treinta años, sangriento y sangrante. El otro se llama Cataluña, que es una antigua erisipela que a veces se encona con erupción y otras veces se inflama pacíficamente como en este caso al salir de las urnas. España se hizo pegando trabajosamente pedazos sueltos, libres, indómitos y guerreros, y hay algunos españoles, sobre todo vascos y catalanes, que padecen la enfermedad del salto atrás, capricho patológico de la naturaleza.

Con esos dos problemas tenemos que contar siempre los españoles que queremos vivir con el tiempo en que vivimos, a su ritmo y a su paso, y que no intentamos regresar a la tribu y al poblado desde la aldea global en que nos ha metido el siglo XXI. Y sobre todo, tienen que contar con esos dos problemas los políticos, porque se los van a encontrar a cada paso, enredados en sus pies, y a los extraños españoles que los plantean dándoles la tabarra de los derechos históricos, pidiendo a gritos la libertad que gozan, exigiendo fueros, exenciones, preferencias y privilegios y tratando a los hermanos de otras regiones y comarcas, como maketos, charnegos y hasta inmigrantes. Todo eso proviene de una antigua costumbre de mala vecindad, que a veces termina a garrotazos o a tiros desde la terraza de cada vecino.

Pero a esos dos problemas, ya crónicos, se ha unido ahora otro que puede dificultar la aplicación del tratamiento político adecuado y el aislamiento cuidadoso de los enfermos. La izquierda española, ¡quién lo diría!, se nos ha hecho nacionalista y aldeana. La complacencia con los regionalismos y nacionalismos políticos era de derechas hasta el fin de la guerra y el comienzo de la dictadura. Recordemos que la derecha era regionalista y autonomista (la CEDA de Gil Robles: Confederación de Derechas Autónomas), mientras la izquierda era supranacional e internacionalista.

Bueno, pues la derecha se ha hecho españolista y europeísta, y ahora la izquierda nos sale con los abrazos a la antigualla nacionalista. El Partido Socialista catalán, al aire de Maragall, se hace «federalismo asimétrico», o sea, insolidario, y mendiga la alianza con el separatismo de una «esquerra» independentista. En Galicia se busca la amistad del Bloque Galego, en Aragón quiere apoderarse del Ebro para dejar a los demás sedientos, y en Baleares se alía, con tal de tocar poder, con los enanos políticos de las Islas. En Vasconia, el socialismo se muestra partidario de templar gaitas ante el sueño de independencia de Arzalluz y el desafío de Ibarreche, aunque no llega a la rendición de Madrazo, válganos todo el Olimpo marxista, lo nunca visto: ¡un comunista en Ajuria Enea! Bien es verdad que también los socialistas gobernaron allí y alguna responsabilidad tienen en algunos desaguisados, como el de las ikastolas. Y ese nuevo problema que ha traído el socialismo puede agravar de modo alarmante los dos problemas clásicos: País Vasco y Cataluña. S.O.S. Que alguien asista a Zapatero.


Publicado en ABC. 18 de noviembre de 2003