GAY, GUEI, GÁI
AHORA, al homosexual con arracadas se le llama mucho «gay». Los que salen del armario lo hacen con la etiqueta en inglés, y enseguida celebran el «Día del Orgullo Gay». Algunos piensan que el uso del «gay» concede al sujeto que califica una credencial de normalidad y un aura de respeto, y en cambio lo libera de cualquier intención o discriminación denigratoria. La Real Academia Española, tan atenta a los fenómenos del lenguaje actual, anda preocupada por la prosodia correcta de la palabra inglesa «gay», y ya ha dictaminado que en castellano se debe pronunciar «gái», con su acentito y todo, y no «guei», que sería la pronunciación inglesa. O sea, que hay que castellanizar a los que pierden aceite. Debe de ser cosa de la incorporación de los últimos ingenios a la docta Casa.
Recuerdo que a Camilo José Cela le irritaba esa moda de llamar gay al mariquita y que los castellanoparlantes anduvieran a todas horas con el gay por aquí y el gay por allá. Y hasta me parece que alguna vez reivindicó la palabra castellana de uso más extendido y castizo. Es curioso que los que desprecian el significado etimológico y tradicional de la palabra «matrimonio» y defienden su uso para designar las uniones entre personas del mismo sexo son los mismos que le hacen dengues y melindres al uso de la castellanísima y expresiva palabra «maricón». Tal vez aleguen que alguna vez alguien la ha usado como insulto, que es lo que pasa con llamar negros a los negros, ciegos a los ciegos y rojos a los rojos, y ahora hay que decir gay en vez de maricón, persona de color en vez de negro, invidente en vez de ciego y llamar socialdemócratas a los rojos. Manda huevos.
El idioma castellano es, no ya rico, sino opulento, en ofrecer alternativas a ese «maricón» que a algunos puede sonar hiriente. Basta con consultar algún Diccionario de sinónimos para encontrar expresivos vocablos, verdaderas joyas del idioma, que designan al maricón en vez de recurrir al gay. Voy a recordar algunas de las más directas, empezando por sodomita y sus semejantes: bardaja, marión o mariol, marica, mariquita, bujarrón, puto, garzón (nada que ver con el popular magistrado), invertido, y el terrible nefandario (toma nísperos, y que la RAE se aplique a revisar el Diccionario para no enredar con lo del pecado nefando en el actual pleito Iglesia-Estado).
Más bonitos y compasivos son los sinónimos de la familia de «afeminado», que es un mariquitón de posturas y de mírame y no me toques, como por ejemplo, mujeril, cacorro, muñeco, acaponado, pisaverde, ninfo, lindo don Diego, barbilindo, barbilucio, cocinilla, amujerado, ahembrado, adamado, enerve y fileno.
Curiosa es la lista idiomático-greográfica que incluye Federico García Lorca, quien por cierto trae fama de mariconcete, en su extraordinaria «Oda a Walt Witman»: «Faeries de Norteamérica, pájaros de La Habana, jotos de Méjico, sarasas de Cádiz, apios de Sevilla, cancos de Madrid, floras de Alicante y adelaidas de Portugal». Y no puedo olvidar el bellísimo «monflorita» de mi tierra murciana, que a veces se dice «manflorita» porque quizá venga de hermafrodita, o el «manflorón» de algunos países de América. Elijan ustedes, señores maricones.
ABC. 11 de octubre de 2004
Recuerdo que a Camilo José Cela le irritaba esa moda de llamar gay al mariquita y que los castellanoparlantes anduvieran a todas horas con el gay por aquí y el gay por allá. Y hasta me parece que alguna vez reivindicó la palabra castellana de uso más extendido y castizo. Es curioso que los que desprecian el significado etimológico y tradicional de la palabra «matrimonio» y defienden su uso para designar las uniones entre personas del mismo sexo son los mismos que le hacen dengues y melindres al uso de la castellanísima y expresiva palabra «maricón». Tal vez aleguen que alguna vez alguien la ha usado como insulto, que es lo que pasa con llamar negros a los negros, ciegos a los ciegos y rojos a los rojos, y ahora hay que decir gay en vez de maricón, persona de color en vez de negro, invidente en vez de ciego y llamar socialdemócratas a los rojos. Manda huevos.
El idioma castellano es, no ya rico, sino opulento, en ofrecer alternativas a ese «maricón» que a algunos puede sonar hiriente. Basta con consultar algún Diccionario de sinónimos para encontrar expresivos vocablos, verdaderas joyas del idioma, que designan al maricón en vez de recurrir al gay. Voy a recordar algunas de las más directas, empezando por sodomita y sus semejantes: bardaja, marión o mariol, marica, mariquita, bujarrón, puto, garzón (nada que ver con el popular magistrado), invertido, y el terrible nefandario (toma nísperos, y que la RAE se aplique a revisar el Diccionario para no enredar con lo del pecado nefando en el actual pleito Iglesia-Estado).
Más bonitos y compasivos son los sinónimos de la familia de «afeminado», que es un mariquitón de posturas y de mírame y no me toques, como por ejemplo, mujeril, cacorro, muñeco, acaponado, pisaverde, ninfo, lindo don Diego, barbilindo, barbilucio, cocinilla, amujerado, ahembrado, adamado, enerve y fileno.
Curiosa es la lista idiomático-greográfica que incluye Federico García Lorca, quien por cierto trae fama de mariconcete, en su extraordinaria «Oda a Walt Witman»: «Faeries de Norteamérica, pájaros de La Habana, jotos de Méjico, sarasas de Cádiz, apios de Sevilla, cancos de Madrid, floras de Alicante y adelaidas de Portugal». Y no puedo olvidar el bellísimo «monflorita» de mi tierra murciana, que a veces se dice «manflorita» porque quizá venga de hermafrodita, o el «manflorón» de algunos países de América. Elijan ustedes, señores maricones.
ABC. 11 de octubre de 2004
Etiquetas: Homosexuales
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