16 junio, 2007

Mi torpeza lingüística

NO esperaba yo, seguramente bañado en vanidad, que algún lector mío se entristeciera al comprobar mi «torpeza lingüística». Bueno, pues un lector que firma J. A. Becerril escribe una carta al periódico declarando que le ha entristecido mi supuesta torpeza. Dice que en mi artículo «Gay, guei, gái», que le desagradó por varias razones, afirmo que la palabra «gay» es de origen inglés, y me explica que no, que es de origen latino, y nacida de «gaudium».

Yerra el comunicante. Ni en ese artículo ni en ningún otro he afirmado que la palabra «gay» sea de origen inglés. Dije que es palabra inglesa, y no sería el primer vocablo inglés que tuviera su origen en la lengua latina. El mismo origen tienen el «gai» francés, el «gaio» italiano y el «gayo» español, todos ellos con el significado de «alegre, brillante, festivo», etcétera. Origen latino, dice este Becerril, mi espontáneo profesor de Lengua. Sí, pero precisemos. Lo más probables es que «gai» nazca en el occitano, y de allí haya pasado a otras lenguas. Algunos filólogos alemanes quieren atribuirle origen germano, pero es hipótesis que no ha prevalecido.

Al pasar a la lengua inglesa lo hizo con el mismo significado de «alegre, divertido o gozoso», aunque luego se enriqueciera con una segunda acepción, la de «hombre homosexual». Y de ahí la ha tomado el castellano y la ha incorporado a nuestro idioma con el valor único de «homosexual», es decir, de la segunda acepción inglesa. Así aparece en la última edición del Diccionario de la Real Academia Española, del año 2001: «1. Perteneciente o relativo a la homosexualidad. 2. Hombre homosexual», y le deja a «gayo» los significados primigenios de alegre, divertido, gozoso, etcétera. Una observación más. En la lengua de Oc, existe también «jai» como hermano de «gai», y es curioso que el cheli haya tomado la palabra para designar a la tía, a la mujer, a la gachí. Misteriosos recovecos del lenguaje.

Pero en catalán y en español se escribía ya «gay» en la expresión «Gay Saber» para denominar la poética de los trovadores provenzales, que luego tomó en España la forma de «Juegos Florales». Este gay del «Gay Saber» (también se decía «Gaya Ciencia») tendría yo que conocerlo, si no por otra cosa, porque, modestamente, soy «Maestre en Gay Saber» por haber ganado más de tres Flores Naturales en esos certámenes. Es esta la primera y última vez que me adorno con ese título, ya en desuso y en el desván de los trovadores cuando yo concurría a esas competiciones y festejos poéticos. Martín de Riquer explica algo de todo esto en un libro titulado «La lírica de los trovadores». Si quiere, se lo presto. O mejor, no, pues no conviene ilustrar al objetante.

Claro está que a mí se me pueden dar lecciones de muchas cosas porque es mucho lo que ignoro, aunque algo llevo leído y estudiado en mi no corta vida. Atiendo esas lecciones con aplicación y las acepto con humildad, y así he recibido la que me propina J. A. Becerril, a quien le agradezco que pegue, pero escuche. Solamente le pido que cuando me distinga con alguna otra lección de lingüística se eleve un poco, aunque sólo sea un palmo, sobre el nivel de los rudimentos.

ABC. 13 octubre de 2004

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