19 junio, 2007

Loor a la momia

HAY dos momias, además de las propiamente dichas, o sea, Tutankamón y todas ésas. Una de ellas es famosa y universal: la momia de Lenin, que yo la vi para curarme de espantos, y que no sé a dónde se la habrán llevado ahora con el cierre del paraíso. A la estirpe de Adán le cerraron el paraíso terrenal, dos mil años después cerraron el paraíso soviético y sólo queda abierto el paraíso de las huríes del Profeta, que la gente se mata literalmente por entrar en él, están frescos. La otra momia es doméstica y contemporánea; está viva y se aloja todos los días en un nicho de «El País». Se llama, ya lo sabéis, Eduardo Haro Tecglen.

Haro Tecglen, la Momia, dedicaba ayer su artículo diario a denigrar la Constitución. Este año no se ha celebrado el aniversario y no han dado la copichuela constitucional. Han hecho bien, porque no era cosa de andar de celebraciones y copichuelas con la que está cayendo sobre Galicia. Mirando las imágenes de aquella Costa de la Muerte, prolongada hasta Portugal, no queda el ánimo para celebraciones. Lo mejor que podemos celebrar hoy son los vientos que se llevan las manchas negras hacia la mar alta.

Y además de que la Constitución se nos ha quedado sin celebración, llega la Momia y la denigra. Eso sí que no lo esperaba yo. Mi chacha Felisa diría que es para mear y no echar gota. Dice Haro Tecglen que la Constitución se cuajó de leyes fundamentales o principios del Movimiento, y de simples órdenes de jefes, toma nísperos. Dice también que algunos la llaman «Carta Magna», que es la que el Rey concede a sus súbditos y no la que elaboran los ciudadanos. Añade la Momia, con aguda visión histórica, que la Constitución fue un compromiso entre el franquismo y el antifranquismo, y resultó de derechas. Explica que los compromisos son de derechas y las conquistas del pueblo son de izquierdas. O sea, que desde la conquista del Palacio de Invierno a las deportaciones en Siberia y el cierre de las puertas de Rusia y países satélites, fueron cosa de la izquierda, claro. Vaya un Mediterráneo.

Con el salero que caracteriza su prosa y la gracia que Dios dio a su pluma, le abrevia el nombre a la Constitución y la llama la Consti. La Bombi, la Trini, la Consti. Pues escribe que la Consti nos colocó al Rey que juró los Principios del Movimiento, y que durante los primeros tiempos de su reinado anduvieron por allí Fraga, a quien le llama el Chapapote, Arias Navarro, a quien nombra como Carnicerito de Málaga, y Areilza del que no quiere ni recordar su discurso de alcalde de Bilbao. Esta Constitución iniciara un proceso de autonomías y de nacionalismos, pero luego encargó al Ejército que guardara la unidad de España. Su gozo en un pozo.

A la Momia se le nota la nostalgia. A lo mejor, lo único bueno que tienen las dictaduras es que quien las elogia («Se nos murió un capitán, pero Dios misericordioso...» ¿sigo, Haro?) lo hacen con hipocresía pancista, «para comer», dijo la Momia. En cambio quien denigra la Constitución que establece libertades la alaba por el sólo hecho de disfrutar de ellas.

ABC. 7 de diciembre de 2002

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