19 junio, 2007

Condenar el alzamiento

FRANCISCO Frutos, uno de los vestigios del comunismo español, acaba de lanzar contra el Partido Popular una seria advertencia democrática. El camarada Frutos habla de «limpieza democrática» con la autoridad que le otorga su cargo de secretario del Partido Comunista de España. Contemplar cómo los heroicos supervivientes de la caída del «Muro de Berlín» administran credenciales de democracia es uno de los espectáculos más regocijantes de este tiempo mechado de despropósitos.

La advertencia de Francisco Frutos a los políticos populares ha sido terminante. Esto es lo que ha venido a decir el Churchill celtíbero: «El PP no será considerado un partido absolutamente democrático mientras no condene el levantamiento del 18 de julio de 1936». Por lo que se ve, Francisco Frutos desea explicarnos en los albores del siglo XXI que el alzamiento del 36 no fue precisamente un debate parlamentario sino el comienzo de una terrible guerra civil, y que siempre es más deseable lo primero que lo segundo. Pues, hala, vamos a condenar todos los levantamientos y todas las guerras, y muy especialmente las guerras civiles, más terribles y dolorosas que cualesquiera otras.

Pero a mí, esa condena me parece demasiado benévola y excesivamente corta en su intención. Antes de condenar el levantamiento de 1936, hay que condenar todo aquello que lo hizo posible e incluso necesario. Hay que condenar todos los episodios históricos que fueron a desembocar lógicamente en aquel alzamiento de supervivencia. Vamos a condenar todos los crímenes de aquella Segunda República española, los asesinatos en razón de las ideas políticas y de las creencias religiosas, las elecciones bajo el terror, las violaciones de todo derecho, la destrucción de templos, el detonante asesinato de Calvo-Sotelo, la revolución de Asturias, el incendio de conventos, la matanza a mansalva de gente de iglesia. Ahí están los datos de la masacre, en el libro estremecedor del obispo Antonio Montero, nunca desmentidos. Vamos a condenar todo lo terrible que sucedió antes del condenable levantamiento. Y como la cosa viene de lejos, vamos a condenar también las culpas arrastradas que trajeron a la Historia las dos Españas enfrentadas a sangre y fuego.

Y vamos a condenar la guerra, la crueldad del frente y los exterminios de la retaguardia, los «paseos», las checas, los tribunales populares, los fusilamientos en masa, las revanchas, los batallones fascistas y la Legión Cóndor, las banderas rojas, los tanques rusos y las Brigadas Internacionales. Es aventurado jugar con los futuribles, y por eso no hay que caer en la tentación de imaginar lo que hubiera sido España sin aquel levantamiento y sin aquellos precedentes, igualmente condenable todo. Pero desde luego aquello no habría desembocado en una democracia. ¿Pero de qué democracia puede hablar el secretario general del Partido Comunista de España?

Y sobre todo, condenemos también todos los rencores que llegan de aquel tiempo, como este de Francisco Frutos.

ABC. 28 de octubre de 2002

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