El puño cerrado
RAFAEL Simancas, candidato sociata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, saluda mucho con el puño en alto. En cuanto tiene ocasión se retrata con el puño levantado, que es un saludo del realismo posmodernista. No parece sino que estuviese siempre visitando a la momia de Stalin, el padrecito. Tendríamos que acostumbrar a los equipos de fútbol, al fin y al cabo brigadas internacionales, al saludo de Simancas, y que cuando un futbolista marque un gol, levanten el puño todos sus compañeros, en vez de chocar palma contra palma, darse una nalgada o besarse con entusiasmo. Y la gente, en la grada, que haga la ola con el puño alzado. Ea.
Dice este Simancas que va a meter a Madrid en la zona roja, o sea, que va a llevar a Madrid otra vez de corte a checa. Para eso está haciendo la campaña electoral con el remember del «No pasarán». Quiere llenar su urna de votos de milicianos, y en cuanto llegue a la presidencia de lo que Ruiz-Gallardón llama el Gobierno de Madrid, repondrá en la Puerta de Alcalá, miralá, miralá, miralá, aquellos tres grandes retratos de Marx, Lenin y Stalin, esos tres españoles universales. Hay que votar a Simancas porque es el único capaz de meter a Madrid en la zona roja y de introducirlo de verdad en el siglo XXI. Tenemos que hacer de Madrid la tumba del fascismo, que es una asignatura pendiente de Rafael Simancas. Ea.
No sé si este salvador del Madrid de zona nacional levanta para saludar el puño derecho o el izquierdo. La cosa tiene su importancia. En mis memorias de niño de la guerra en la felicísima zona roja veo a unos ideólogos saludando con el puño izquierdo frente a otros doctrinarios que saludaban con el puño derecho. No es que los del puño derecho fuesen de derechas, no. Me parece recordar que los de un puño eran comunistas o socialistas marxistas y otros eran anarquistas de la FAI, o sea, de la Federación Anarquista Ibérica, hoy Federación Asimétrica Introcatalana, y cuando coincidían los dos grupos en algún acto político, se increpaban y terminaban por bajar los puños y sacudirse el perrengue.
Si Rafael Simancas tuviese la mala fortuna de no salir elegido, cosa muy improbable, pero es que con las urnas nunca se sabe, y a veces salen de ellas sapos y culebras, Esperanza Aguirre debería concederle inmediatamente la Medalla de Oro de Madrid para que no sea menos que Joaquín Leguina, y ponerle su nombre a una biblioteca pública, enriquecida con las Obras Completas del candidato, o al Archivo de la Comunidad, que de esta manera se llamaría Archivo de Simancas II.
Ustedes pueden hacer lo que quieran, pero yo me acercaré a la urna comunitaria como en un rito sagrado y depositaré mi papeleta con el nombre de Simancas, guerrista y guerrero, que lleva siempre el puño en alto como si fuera en tranvía agarrado a la barra del techo. Y a ver si se reabre de una vez la checa de Fomento, la Puerta de Alcalá vuelve a ser lo que era y Federico Trillo nombra capitán general de Madrid al invicto general Miaja. Salud y República.
ABC. 22 de noviembre de 2002
Etiquetas: 2002, Rafael Simancas
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