24 junio, 2007

La burra de Balaam

ESTÁ cada vez más claro que el mundo occidental, y también el Oriente, el Oriente islámico y el otro, se encuentran ante un dilema, o mejor dicho, en una encrucijada: o se van con Bush o se van con Sadam. Aquí la neutralidad no sirve de nada, porque te quedas de guardia y además te condenas como las vírgenes tontas. Naturalmente, lo mejor sería que no se hubiese planteado esta disyuntiva, y que todos pudiésemos ser más amigos de uno o de otro, del ranchero o del petardista, sin estar obligados a elegir. Pero la vida te pone a veces implacablemente en esta situación, y hay que optar.

Algunos países occidentales, con Francia a la cabeza, y muchos millones de habitantes del globo, intentan taparse los ojos o meter la cabeza en la arena como los socorridos avestruces ante la terquedad de Sadam en no desarmarse, por un lado, y el empeño de Bush en que Sadam se desarme, por otro. Esas naciones no se deciden a exigir por la fuerza el cumplimiento de los mandatos de las Naciones Unidas, y prefieren defender la paz a gritos, a ver si consiguen mantenerla a fuerza de gritarla. Ya se ve que no, que eso no es posible, porque la fuerza de la Historia les obliga a elegir, y Norteamérica ya tiene más de doscientos mil soldados alrededor de Iraq para librarse y librarnos del peligro de Sadam Husein.

Repito que lo deseable es que esta situación no se hubiese producido, que Sadam entrase en razón y volase su santabárbara, y que Bush se quedase tranquilo de que la riqueza del petróleo iraquí no va a ser utilizada para volarle a él el rancho o a los americanos el Empire State. También parece claro de toda claridad que Aznar, puestos en la obligación de elegir amigo, ha elegido sin ambages ni melindres, la amistad del ranchero, el cowboy, el sheriff, o como queramos llamar a Bush II. En cambio, Zapatero ha preferido dejarse llevar del ejemplo de Llamazares o del consejo de Jesús Caldera. O sea, ha hecho lo mismo que hizo Balaam con su burra: la dejó que eligiera ella el camino.

Lo peor que le puede pasar al mundo y que nos puede suceder a los hombres es que se rompa la paz, y todos los angustiosos llamamientos a la paz que se escuchan estos días, desde los del Papa hasta los pacifistas de pegatina, pasando por los millones de seres aterrados que ven brillar en el horizonte los fulgores del rayo de la guerra, ese rayo maldito que no cesa. Y no nos sirve de consuelo echar la culpa de esa amenaza cierta, cada vez más cierta, a uno a otro de los dos protagonistas. Hay muchos que con los documentos de la legalidad internacional en la mano y con la lógica de los hechos en el discurso descargarán todas las culpas sobre la cabeza del dictador Sadam. Y habrá otros, que por amistad con Sadam, por simpatía a las dictaduras o por resabios antiamericanos, descarguen toda la responsabilidad en Bush.

Al final, ya lo verán ustedes, tendremos que elegir, como tantas otras veces ha sucedido en la Historia. Y yo prefiero decidir a favor del pueblo presidido por la figura de la Libertad que por la dictadura erigida sobre el terror. Y Balaam que siga el consejo de la burra.

ABC. 24 de febrero de 2003

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