22 junio, 2007

Etarras en el Parlamento

SI hoy, domingo 17 de abril de 2005, los representantes políticos de la banda terrorista «Eta» adquieren el derecho de sentarse en el Parlamento vasco junto a las víctimas de los asesinos, esa gravísima responsabilidad habrá caído sobre Rodríguez Zapatero y sobre el Gobierno y el socialismo españoles. Después de conocidos los informes de la Guardia Civil publicados en este periódico, no es posible dudar racionalmente de la identificación entre esa formación política fantasma llamada «Partido Comunista de las Tierras Vascas» y la antigua Herri Batasuna, brazo político de «Eta».

El empecinamiento de Rodríguez Zapatero en no querer reconocer lo que está ante los ojos de España entera y en seguir negando la evidencia debe tener una explicación inconfesable. Ahí hay gato encerrado. Zapatero ha pactado esa dejación de su deber de gobernante con alguien, llámese PNV, llámese Batasuna, o con la mismísima «Eta» directa o indirectamente. Tal vez nos enteremos algún día, porque estos secretos terminan siempre por ser secretos a voces y misterios a la luz del día.

Lo cierto y verdad es que Zapatero ha adquirido la responsabilidad gravísima de dejar sin efecto la Ley de Partidos promovida y promulgada por el Partido Popular. Y además, lo ha hecho con engaño, cobardemente y desde la deslealtad más sinuosa a la ciudadanía, sobre todo a los electores vascos. Teniendo en la mano el instrumento perfectamente legal para impedirlo, Zapatero ha consentido que los antiguos escaños ocupados por Herri Batasuna sean ahora propiedad de los mismos criados de los asesinos disfrazados bajo otro nombre.

El hecho no se puede achacar sólo a tontería ni a angelismo democrático. Zapatero y sus asesores, empezando por el pícaro Rubalcaba, no habitan en Babia ni se han caído de un guindo. Tal y como se han desarrollado los acontecimientos, la concesión del Gobierno al PCTV y su pasividad en denunciar la situación ante los tribunales responden a un plan trazado, planeado y organizado de antemano. O es la exigente condición del PNV para firmar una alianza política postelectoral, o es una concesión a una nueva engañifa etarra de tregua interesada.

Que el PCTV es el heredero universal de Herri Batasuna está claro desde el primer momento. También está claro que el PNV es contrario a la Ley de Partidos, y ahí está la negativa de Juan María Atucha a disolver el grupo parlamentario de Sozialista Abertzaleak, o sea, los mismos criados de los asesinos con otros collares. El PNV necesita a la banda etarra para asegurar la pervivencia de su supremacía electoral. Es ella la que consigue que cuatrocientos mil (trescientos ochenta mil para ser exactos) vascos españolistas se destierren de su patria chica, amenazados por las pistolas etarras y no ejerzan su derecho a votar. Son las urnas sin los votos de esos desterrados de Euskalerría las que aseguran el triunfo del PNV en las elecciones y su ocupación eterna del gobierno vasco, tal como seguramente sucederá hoy después del escrutinio. Podemos cerrar los ojos a la realidad y seguir hablando de una España en libertad y en democracia, pero la verdad es que en un pedazo entrañable de tierra española la libertad y la democracia son una dramática filfa.

ABC. 17 de abril de 2005

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