La pancarta
Supongo que ustedes se habrán enterado ya de que Llamazares, Zapatero, los Bardem y unos estudiantes de botellón están en contra de la war. Eso está bien. Estar en contra de la war es una actitud loable y humanitaria. Pero lo que ellos hacen mayormente para estar en contra de la war es sacar una pancarta. Sacan una pancarta y ya está. Eso hicieron algunos actores en el Congreso. Bush no les hizo caso y ha pronunciado el ultimátum de las cuarenta y ocho horas para el desarme. Y Sadam, en vez de complacerles, ha dicho que «esta guerra la vamos a ganar». Total que aquellas pancartas y aquellas pegatinas no han servido para nada. Ahora, los de Izquierda Unida han sacado una pancarta ampliada. «No a la guerra. Aznar dimisión».
Toma nísperos. Daba ternura ver a los cuatro comunistas que quedan, disfrazados de izquierdistas unidos, Llamazares, Frutos, Alcaraz y uno más, detrás de su pancarta. «Aznar dimisión». O sea, que no quieren que Aznar sea presidente del Gobierno, y para eso sacan una pancarta en vez de sacar ciento ochenta diputados. Daba ternura ver aquello, porque para poner y para quitar un presidente del Gobierno hacen falta más votos o más quiñones. Al ver la escena en una fotografía, yo me acordaba de una vieja viñeta de Mingote. Media docena de cromañones o de neandertales pequeñitos, armados con una porra minúscula, se encaran con un Picapiedra gigante, que lleva al hombro una porra enorme. Y hablan los enanos: «Oye, que venimos a decirte que por qué razón tienes tú que ser el jefe».
Lo peor que le sucede a Zapatero son dos desgracias. Una, que le acecha la nostalgia del poder que recome a Felipe González, y eso es como una «espada de Demóstenes», que decía mi leída Maruja Torres, suspendida sobre su «oposición tranquila». Y otra, que deambula por las calles en malas compañías. Se coge del brazo de Llamazares y se va detrás de las pancartas. Mingote (siempre Mingote) lo ha dibujado enganchándose a un mantel recién lavado por una maruja como si fuera otra pancarta del no a la war.
Este Zapatero que usó durante un tiempo buenos modales, en vez de decirle a su inevitable compañero de pancarta: «Que te aclares, Llamazares», cae en sus mismas prehistorias y en sus mismos oscurantismos, ha emprendido a estas alturas de la función un viaje hacia el Palacio de Invierno y propone el hermanamiento de León con el viejo Stalingrado. Y es que «Caldera tampoco se entera» y Pepiño Blanco tiene la mente en ídem. En cuanto a asesores, tras esos dos citados, le queda María Teresa Fernández de la Vega, que no acierta pero pega. Al menos, Felipe González, como no quería oponerse a la guerra, tenía al propio Guerra. Y hoy lo utilizaría para todo lo contrario con el argumento de que no hay peor cuña que la de la misma madera. Bueno, ya está. Lo único que yo quería es que ustedes sepan, por si no está claro, que Llamazares, Zapatero, los Bardem y unos estudiantes de botellón están en contra de la war. Y me voy a pintar la pancarta, ea.
ABC. 20 de marzo de 2003
Etiquetas: 2003, Guerra de Irak, Titiriteros, Zapatero
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