Mujeres
ABRE uno el periódico, pone la radio o enciende el televisor y el mundo se puebla de jais importantes o famosas en cualquier actividad humana, juezas, médicas, abogadas, políticas, actrices, pintoras, escritoras, empresarias, maniquíes, presentadoras de televisión, maltratadas, tenistas, brujas, profesoras, echadoras de cartas, concursantes de Gran Hermano o simplemente putas, que ahora es una manera sencilla de ser importante. Hace unas cuantas noches, unos contertulios televisados discutían acerca de si Yola Berrocal y Ana Obregón eran o no eran putas, con la misma naturalidad que discutirían si tienen el título de bachiller.
La actualidad, venga de donde venga y sea de donde sea, versa sobre mujeres. He intentado hacer la nómina de las chorbas que he encontrado citadas en los periódicos de hoy (ayer para ustedes) y me he cansado de escribir cuando he llegado a las cincuenta y cuatro. Las últimas que escribí fueron Nicole Kidman, Penélope, Ruth Alonso, Hillary Clinton, Adriana Abascal y mi dilecta, predilecta, María San Gil, la heroína vasca. Antes de seguir quiero dejar constancia de que digo todo lo que digo sin dolor alguno, sino con admiración y contento.
En cuanto al menester de la política, hace muy pocos años se pedía para las mujeres un cupo de cargos o de puestos de candidatura. Se trataba de un cupo modesto, que pronto aumentó al cincuenta al ciento. Está llegando el momento en que quienes tendrán que pedir un cupo mínimo de cargos políticos seremos los hombres. Madrid, sin ir más lejos, Madrid ciudad y Madrid Comunidad, estará dentro de unos meses regido por mujeres. Esperanza Aguirre ocupará el palacio de la Puerta del Sol, porque no querrá san Isidro que los madrileños estemos presididos por Rafael Simancas, que encima de hombre es un desavisado.
En el Ayuntamiento, una de dos: o tendremos a Trini Jiménez, de los Jiménez Villarejo auténticos, o lo más probable es que tengamos a Ana Botella. Ya hay quien anuncia que la alcaldesa visible será Ana, y Ruiz-Gallardón estará dedicado a la gestión, que es para lo que sirve con los consejos de Fefé. Manolo Vicent dedica dos páginas de «El País» a hacer el perfil de Ana Botella y dice que antes de llegar a La Moncloa vivía en una casa que olía a guiso de coliflor. Es curioso. Eso es lo mismo que los monárquicos, Foxá y los demás, decían de Manuel Azaña cuando salió de su casa de la clase media para tomar posesión de la presidencia de la República.
Una revista dedica el reportaje de portada a las tres hermanas Palacio, Loyola, que manda en Europa, Ana, que es la primera ministra de Exteriores en este país de machos ibéricos, y Urquiola, la abogada más votada en las elecciones de su Colegio profesional, toma nísperos. El caso extraordinario de las hermanas Palacio sólo encuentra precedente en la familia Garrigues, que siempre ha tenido un miembro en cada esquina importante del mapa, la política, la diplomacia, la abogacía o la cátedra. (Por cierto, don Antonio, felicidades por sus 99 años y que pase galanamente del siglo y con muchas creces). Lo que tienen que hacer los políticos es pedir el cupo. O eso, o aprender a bordar.
ABC. 13 de enereo de 2003
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