24 junio, 2007

El shock del futuro

LA legalización judicial de la patria potestad sobre dos niñas gemelas a favor de una pareja de lesbianas que conviven como matrimonio constituye un caso atípico en la variada casuística de la adopción de niños por parejas de homosexuales. Porque en este caso una de las lesbianas es la madre biológica de las niñas gracias a un embarazo por inseminación artificial.

El caso de las gemelas y las dos madres «conjuntas» presenta una larga serie de problemas éticos, morales, jurídicos, religiosos, psicológicos, pedagógicos, etcétera, lo mismo que cualquier otro fenómeno científico o social sin precedentes. Ante estos fenómenos nuevos, la Ética, la Moral, la Religión, el Derecho o la Pedagogía son disciplinas que se quedan absortas, sólo pertrechadas de respuestas invalidadas por el tiempo y por el progreso científico. Las respuestas tradicionales son inservibles.

Lo primero que hay que reconocer es que estos fenómenos sociales hasta ahora desconocidos tienen su origen en el progreso de las ciencias. En este caso concreto, en el hecho de la inseminación artificial, que ofrece la posibilidad de que una madre biológica comparta la patria potestad con otra mujer, y no con un hombre como ha sucedido hasta ahora: aquí el hombre, el padre, desaparece. Y ese reconocimiento nos conduce a la conclusión de que nos hallamos ante una situación nueva, que no tiene precedentes, pero que ya es imparable.

Demostrado está sin vuelta de hoja que el progreso científico jamás se detiene. Produce condenas de todo tipo, especialmente religiosas y políticas, pero destinadas todas ellas a ser arrolladas por la realidad con el paso del tiempo y a ser aceptadas como normales por la sociedad. Piensen ustedes dónde quedaron la resistencia (hoy, incluso penada) de los Testigos de Jehová a las transfusiones de sangre, el reparo ante los trasplantes, los anatemas ante los viajes siderales («desafío al Creador»), el horror primero a la clonación y el escándalo ético y religioso que ha levantado el experimento coreano con embriones humanos. Independientemente de los juicios éticos, queda asentado en la Historia del género humano que todas esas resistencias son perfectamente inútiles. En todo caso, retrasos en el progreso debidos al shock del futuro, que ataca principalmente a las religiones, a los partidos políticos conservadores y a los individuos más medrosos ante lo desconocido.

Vivimos inmersos en el shock del futuro. Y hay hombres que no soportan sin conmoción la aceleración creciente del progreso de las ciencias. En mis años de vida, que son muchos para un hombre, pero un soplo en la Historia, he asistido al nacimiento o al triunfo del teléfono, de la televisión, de la aviación bélica y comercial, de los cohetes espaciales, del mundo virtual. Y mucho más. He visto al hombre pisar la Luna, al doctor Barnard trasplantar un corazón, la clonación de la oveja Dolly, la exploración de Marte, la inseminación artifical, la libertad sexual y, claro, niños con dos madres. ¡Ay, madres mías! Pero sesenta años de ejercer el periodismo, oficio que consiste en dar a conocer lo nuevo, me libran del shock del futuro.

ABC. 20 de febrero de 2004

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