Otoño ardiente
SE barruntaba en verano un otoño caliente. Quiero decir un otoño político caliente. La verdad es que todos los veranos hay alguien que anuncia un otoño caliente, y ese anuncio se oye ya como el de que viene el lobo. Pero este año ha venido un otoño, no ya caliente, sino incendiado. De repente la política se ha convertido en una hoguera múltiple. Hay un fuego en cada esquina. Se precipitan los acontecimientos, y desde la peripecia moruna del islote Perejil, la política nos ha entretenido con muchas y divertidas novedades.
Un día nos llegaba la propuesta de Ibarreche con el fantasma del «Estado asociado» y otro día nos enterábamos de la autorización del Gobierno para que el Canal Satélite de Polanco engulla la Vía Digital de Telefónica. Empezábamos una semana con el juguete jardielesco del «freno y marcha atrás» en el decretazo, y terminábamos otra con la concesión del Premio Nacional de Literatura a una novela en euskera por un jurado en el que no se les deja votar a los dos representantes del Ministerio.
Por un lado, santifican a José María Escrivá, y por otro crucifican a José María Aznar. La Bolsa está a dos pasos de alcanzar los niveles del crac del «martes negro» de 1929, y los rojelios y los separatistas arman la marimorena porque han izado en la plaza del Descubrimiento de Madrid una bandera española. ¿Hay quién dé más? Pues, sí, señor. Hay más.
Pasen, señores, pasen. Pasen y vean. Vean el misterio rocambolesco del robo de los papeles secretos y el archivo confidencial de los ordenadores personales de Pedro Arriola, asesor áulico del Partido Popular, del Gobierno y de la Telefónica de Villalonga y más tarde de la de César Alierta, augur y arúspice de José María Aznar. ¿Qué papeles se han llevado los ladrones? Misterio. ¿Qué secretos, confidencias, reservas y convolutos guardaba la documentación sustraída? Secreto. ¿Quién puede ser el ladrón o quiénes los ladrones? Incógnita. ¿Puede haber entre lo robado algún secreto de Estado? Arcano. ¿Por qué se guardaban tales tesoros de información en un chalé particular sin vigilancia especial? Averígüelo Vargas. ¿Quién es Vargas? Uno que ya murió. Pues estamos frescos.
Pasen señores, pasen. Pasen y vean. Pasen y contemplen el número de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo facilitando un pescozón al Gobierno por no cumplir una condena que ya tiene dos años y medio y todavía está esperando que alguien intente aplicarla. Ahí tienen ustedes la «Ser» de Polanco (qué cuchipanda sin la tía Tomasa) que se zampó la Antena-3 Radio de Godó y se convirtió en un monstruo radiofónico todopoderoso, y así sigue. Así sigue porque el Gobierno de «ese señor, Aznar, que ha dejado España con menos libertad de expresión que en tiempos de Franco» no ha tenido tiempo de ordenar de manera eficaz que se vuelva atrás aquella operación y se proteja la pluralidad informativa, tal y como ordenó el Tribunal Supremo.
Habrá más fuegos de otoño. Queden ustedes al loro.
ABC. 12 de octubre de 2002
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