20 junio, 2007

Las calabazas de Zapatero

DE la guerra a la paz, o de Felipe a Zapatero. Lo que va de ayer a hoy. Ya nos lo advirtió el poeta: «Tanto sucede en término de un día». Zapatero, el Zapa, ha ido a La Moncloa y le ha dado calabazas a Aznar. «No a la guerra». Ese es el grito de guerra. El día 15 de febrero, sábado sabadete y a la guerra vete, la izquierda española, socialistas y comunistas, juntos de nuevo después de los desvíos de Madrazo y de los cuernos con el PNV, saldrán a la calle para hacer la guerra a la guerra.

Lejos quedan aquellos días en que Felipe González mandaba al soldadito español a la guerra del Golfo. Aquí, se quedaban los sociatas en la guerra de los Golfos, y hubo muchos que la ganaron. Entonces, Marta Sánchez se subía al barco en aguas lejanas y movía las domingas para encabritar a la marinería navegante. Marta Sánchez estaba en todo lo suyo, movía las domingas con arte y entusiasmo y la marinería se encabritaba, naturalmente. Se encabritaban hasta los monfloritas, que aún no habían empezado a salir del armario a regimientos y tenían que disimular, cruelmente reprimidos por una sociedad incomprensiva y discriminatoria. Y Narcís Serra, ministro de Defensa y vicepresidente del Gobierno, se subía a la fragata dando trompicones y andaba sobre el puente con sus pies planos. Yo creo que en aquellos días tomó la costumbre de tocar al piano la «Lilí Marlén».

Bueno, pues ahora ha dicho Zapatero que de la guerra, nada. De los cántaros, ni una gota, y Aznar se ha quedado más solo que la una. Ni siquiera le quedan los canarios, siempre dispuestos a ponerse la mantilla blanca, la mantilla azul. Dice Zapatero, el Zapa, que en cuanto a Bush, nada de consenso. Todo lo contrario. Hay que parar a Bush. Hay que alinearse con Francia y con Alemania, y prohibirle a Bush que ataque a ese chico del bigote, Sadam. Y es lo que decía aquel ratón barbicano, colilargo y hociquirromo que salió a hablar en el senado lopesco de los ratones: «¿Quién de todos ha de ser el que se atreva a poner este cascabel al gato?». No sé yo en qué terminarán las manifestaciones del Zapa. Me lo dijo Occhipinti una tarde que le rebosaba el Lácrima Christi: «Desconfía de los apellidos que empiezan por Zap como Zapatero, Zaplana y el que va con Zipi, Zape».

Bien es verdad que Aznar lo ha llamado, al Zapa, digo, con la decisión tomada y a toro pasado. Pero la respuesta habría sido igual antes. La oposición está dando balotadas y deseando que empiece la carrera. Huele la cuadra, o sea, el poder. El socio mediático ya ha publicado una encuesta donde ganan y donde el Zapa está por encima del presidente, y Polanco triunfante. A Aznar le descarrilan los trenes, se le hunden los petroleros, lo meten en el Consejo de Seguridad («No a la guerra»), se le caen encima las encuestas, se le llena el patio de nieve y le meten la pata los ministros. Y encima Ana se le escapa con Gallardón. Se encuentra solo ante el peligro. Ahí te quiero yo ver, pequeño Gary Cooper.

ABC. 5 de febrero de 2003

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