POLANCO VS. AZNAR
DESDE su primera victoria electoral en 1996, José María Aznar y el Partido Popular han tenido el honor de decorarse con la enemiga sistemática de Jesús Polanco y su imperio mediático, que abarca la prensa escrita, la radio, la televisión e internet. En cierto modo, ello es natural porque el susodicho y sintonizado imperio lo disfruta Polanco gracias a la predilección del Partido Socialista, y más concretamente a los favores de Felipe González. De Polanco se podrán aventurar diversos juicios, pero nadie podrá decir que no es agradecido. La lista de sus gratitudes es larga y elocuente.
Antes de ganar las elecciones, Aznar logró abortar el nacimiento de aquella sociedad de televisión por cable que proyectaba fundar Polanco con la cesión del monopolio de la Telefónica socialista de Cándido Velásquez, la connivencia de Telemadrid y Cajamadrid que aportaba Alberto Ruiz-Gallardón desde la Comunidad, y para enmascarar el pelotazo mediático la participación simbólica de Prensa Española y de Iberdrola. Aquel intento de monopolio informativo quedó frustrado in extremis, la noche misma anterior a su constitución ante notario.
Luego llegó el llamado «Pacto de los Editores», firmado entre Polanco y Antonio Asensio la víspera de la Nochebuena de 1996, pocas semanas después de constituido el Gobierno popular. Antes de eso, y aprovechando la falta de mayoría en el Parlamento, se había intentado desde «El País» sustituir la candidatura de Aznar por la de Ruiz-Gallardón. Y desde entonces, la guerra del imperio de Polanco contra Aznar ha sido terca, inclemente, injusta, caliente y a veces sucia. No se trata de una actitud crítica, sino de un despliegue bélico.
A cambio de esas constantes ofensivas, el Gobierno de Aznar ha respondido con varias contemplaciones. Flores y momios contra proyectiles y basiliscos:
Se mantienen en secreto insondable los datos del escandaloso trato de favor de Focoex a las empresas de Polanco Eductrade y Sanitrade, y tal vez otras, beneficiarias de gran parte de esos contratos.
Desde hace varios años, duerme en el cajón del Ministerio de Hacienda, o sea, de Rodrigo Rato, el informe de la Agencia Tributaria en el que se recomienda una inspección a fondo de todas las empresas del Grupo Prisa, Sogecable, etc., más que sospechosas de irregularidades. Ese informe fue publicado y nunca desmentido.
Se permite la adquisición o creación de una serie de emisoras locales de televisión que, burlando abiertamente la ley vigente, se agrupan para formar una cadena nacional con el nombre de Localia. El Gobierno se dispone a reformar esa ley para legalizar lo ilegal.
Dentro de pocos días, el Gobierno autorizará la fusión de las dos plataformas digitales por absorción de Vía Digital de Telefónica por Canal Satélite de Polanco. Eso supone el monopolio de la televisión de pago en condiciones convenientes. Al tiempo.
Ahora, eso sí, José María Aznar jamás ha concedido como presidente del Gobierno una entrevista a los medios del grupo Prisa. Duro y merecido castigo. Bien hecho.
ABC. 15 de noviembre de 2002
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