Vista a la derecha
Estamos entrando en el «segundo cambio». Nuestros socialistas irrumpieron en el poder con el lema del «cambio». Era aquel cambio de Felipe González y de Alfonso Guerra con el que a España no iba a reconocerla ni la madre que la parió. En algunos aspectos lo consiguieron y en otros estuvieron a punto. La gente votaba el cambio por el cambio, los niños, las flores y las palomas de Ramón y aquellos discursos de tierra prometida con los que el sevillí nos vendía la burra con mataduras. Después salió lo que salió, y bien que lo sufrimos hasta que el gentío dejó de votar tanta felicidad, tanto paraíso y tanta democracia amasada de socialismo.
Y ahora entramos en el segundo cambio, en el «Cambio II». Como nuestros socialistas son tan originales, hacen un cambio a la derecha empezando una huelga general de la izquierda. O sea, que mientras el Zapatero prodigioso manda «Vista a la derecha, ar», los socialistas escapan hacia la izquierda detrás de Cándido Méndez y de José María Fidalgo, que están inventando ahora el sindicalismo de la revolución industrial en la Ugeté y en Comisiones del siglo XXI. Lo más probable es que la huelga general del 20 de Junio tenga poco de general y ya veremos lo que tiene de huelga o lo que tiene de manifestación. Ya expliqué que «juerga» viene de «huelga». Y en cierto modo, estos sindicalistas nuestros son unos juerguistas. Por lo que se dice, Zapaterito no está muy de acuerdo con la huelga, pero la apoya, y áteme usted esa mosca por el rabo.
Los sociatas de Zapatero van a hacer el «cambio» bajo tres banderas: la familia, la seguridad y el relevo generacional. Toma nísperos. Durante más de una década se dedicaron los felipistas a destruir la familia. Seguramente sería Alfonso Guerra, que chamulla dos palabras de latín, el que pronunció la consigna romana: «Delenda est familia». Y desde ese momento cesaron las ayudas a las familias con hijos, se predicó el ligue a catre abierto, llegó la Matilde poniéndoles condones a los niños desde los catorce años, se incitaba a la desobediencia y la rebelión contra los padres y otras medidas, como la exaltación del divorcio y el aborto, cayeron sobre la sociedad española. Al poco, España estaba, lógicamente, a la cola de la demografía mundial.
Con el pretexto de enterrar el régimen policial del franquismo, con los socialistas empezó el delincuente a gozar de más protección que la víctima. La «seguridad ciudadana» y el «orden público» eran conceptos derechistas que había que desterrar de la vida española. El informe anual de la Fiscalía ofrecía cada año cifras más espeluznantes. Esto era Dallas, la ciudad sin ley.
Ahora, nuestros socialistas caen del burro y hacen su campaña a favor de la seguridad y la familia. Lo del relevo generacional es más problemático. Soñaba el ciego que veía.
ABC. 20 de mayo de 2002